Regocijaos en la Adoración - Crear conciencia de nuestra herencia wesleyana a traves de

Nuestro Señor Jesucristo nos ordenó celebrar los oficios de la Santa Comunión y el Bautismo como parte regular de la vida de la iglesia. Por ser ordenados por nuestro Señor y por la gracia que confieren, son llamados sacramentos.

Bautismo

Por el bautismo somos admitidos en la Iglesia de Cristo y llegamos a ser parte de su cuerpo; nosotros que éramos ‹‹por naturaleza hijos e hijas del pecado››, somos hechos criaturas de Dios y herederos del reino de los cielos.

• En el bautismo somos hechos criaturas de Dios. Es decir, el bautismo es un acto por medio del cual confesamos que aceptamos a Cristo como Rey y Señor de nuestras vidas y como nuestro Salvador. De ese momento en adelante, Dios nos reconoce como sus hijos e hijas, nuestro pecado es borrado y somos nuevas criaturas en Cristo Jesus.
• En el bautismo recibimos nuestro nombre. Esto es sumamente importante. Como buen padre, Dios conoce a cada uno de nosotros y en el bautismo llegamos a formar parte de la familia de Dios. En algunos casos, cuando quien se bautiza es adulto, cambia de nombre en el bautismo, como testimonio de su nueva fe, indicando que en adelante es nueva criatura en Cristo. El nombre es muy importante en la vida social y en la iglesia.
• En el bautismo somos recibidos como miembros de la Iglesia de Cristo. Podemos decir que el bautismo también nos llama a testificar. Pedro afirma que hemos sido ‹‹adquiridos por Dios para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable››.

Santa Comunión

En 1 Co. 11:23-26 está muy claro que Jesús nos ordenó celebrar la Santa Comunión regularmente. En esta porción bíblica se usa dos veces la expresión ‹‹haced esto››. El himnario Mil Voces Para Celebrar nos ayuda a traer este sacramento dentro de los confines de la tradición wesleyana y de la Iglesia Metodista Unida. En la sección ‹‹Culto con el sacramento de la Santa Comunión›› (pg. 6) leemos:

Como discípulos de Jesucristo participamos en la Santa Comunión en memoria de la última cena del Señor con sus discípulos, en la noche que fue entregado. Es un recuerdo sagrado del sacrificio de Jesús por nosotros (Jn.3:16).

Cada vez que participamos de los elementos de la Santa Comunión, proclamamos la muerte del Señor hasta que venga. Al participar de la Santa Comunión, también celebramos el hecho de que Cristo ha resucitado y está presente en el mundo (1 Co. 15:3-11, 20).

Aquí encontramos tres elementos que deben estar presentes en nuestra mente y corazón cada vez que nos acercamos a la mesa del Señor:

• Recuerdo – Es un recuerdo sagrado del sacrificio de Jesús por nosotros. Haríamos bien, al tomar los elementos, hacer este acto profundamente personal y recordar devotamente que Cristo murió por mí.
• Comunión – Como individuos formamos parte de la comunidad de los fieles en el mundo. En la Santa Comunión nuestra voz de alabanza por la salvación recibida se une a la de todos los fieles en el mundo que reconocen a Cristo como Señor y Salvador.
• Proclamación – La Comunión es una proclama, una declaración de fe de los que participan en ella. Al acercarnos a la mesa estamos declarando de quien somos, y al salir del templo debemos anunciar lo que el Señor ha hecho por nosotros.

Las sociedades de Wesley nos ofrecen una buena pauta de lo que debe ser nuestra tarea cristiana: Eran un grupo de personas que buscaban en la oración el poder de Dios, recibían las palabras de exhortación y cuidaban unos de otros en amor, procurando su salvación. El bautismo y la Santa Comunión son esenciales en este esfuerzo.

El Rev. Ariel Zambrano, clero jubilado, es miembro de la Conferencia Anual California-Pacific. Es profesor del Curso de Estudios en el Seminario de Claremont. Actualmente reside en Claremont, CA.