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Conversaciones valientes: Miedo a ofender al hablar

By Scott Hughes

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Las interacciones en las series de enseñanza Conversaciones valientes (Courageous Conversations teaching series) han sido esclarecedoras. Aprecio la forma en que los participantes han compartido sus suposiciones (y han tenido que ajustar), y su vulnerabilidad para compartir algunos de los desafíos que han enfrentado en el ministerio. Hay una respuesta común que he encontrado llamativa. Las personas han expresado su temor de que al entablar una conversación valiente, sin darse cuenta, puedan decir algo que lastime u ofenda a otra persona, o que sus palabras hagan tanto daño que cause el rompimiento de su relación. Encuentro esto asombroso, porque también he sentido este miedo.

Por ejemplo, en respuesta a la pregunta: «¿Qué te viene a la mente cuando tienes una conversación difícil con un amigo/ una amiga o un familiar o en tu iglesia local?». La respuesta de Susan M es similar a la de muchos otros participantes. Ella dijo: «No quiero herir los sentimientos de nadie ni dañar las relaciones». Elaine B. declaró: «Tengo miedo de herir sentimientos, y también de que los resultados sean opuestos a mis intensiones».

Muchos de nosotros tememos que nuestras palabras puedan lastimar a otras personas. Probablemente, todos hemos tenido la desafortunada experiencia de pronunciar una palabra inoportuna o de herir los sentimientos de alguien debido a un malentendido. Además, las tensiones raciales y políticas han ido en aumento en nuestro clima actual, por lo que somos muy conscientes de que una palabra inoportuna o desacertada puede profundizar las divisiones. En un entorno familiar, tememos lastimar a quienes amamos. En el entorno de la iglesia, tememos perder miembros amados de la familia de la iglesia.

Mi sueño de producir la serie de las conversaciones valientes se fundamentó en la creencia de que la iglesia local es el mejor escenario para tener estas conversaciones. Además, la iglesia tiene la oportunidad, en este momento políticamente divisivo, de proveer un ambiente ligero para que las personas puedan experimentar estar en desacuerdo y, aun así, amarse las unas a las otras. Para lograr proveer esta experiencia, debemos ayudar a las personas a reconocer el miedo de hablar por no ofender, y ayudarlas a superarlo.

Para quienes dudan en expresar sus puntos de vista por temor a causar daño sin querer, aquí hay algunas lecciones que tuve que aprender (a veces a través de asesoramiento o experiencias dolorosas) que podrían serle beneficiosas:

  1. No podemos controlar cómo alguien responde a nuestras declaraciones. (Podemos controlar la forma en que decimos las cosas). La gente puede enfadarse o puede que nos lo agradezcan. Tenemos que permitirles la libertad de responder.
  2. Cuando se trata de controlar cómo hablamos, puede ser útil asumir responsabilidad por lo que estamos expresando: «Puede que no esté expresando esto perfectamente, así que lo que estoy tratando de decir es. . .», o «Espero que me ayudes mientras trato de comunicar esto lo mejor posible. . .». (Esto puede que no tenga que decirse).
  3. Confíe en que la relación tiene la fuerza suficiente para sobrevivir a una palabra inapropiada. Si no confía en que la relación sobreviva, entonces trabaje primero con la relación. A menudo, la mejor manera de abordar este miedo es hacerlo de frente, como al afirmar el deseo de continuar la relación en el comienzo de la conversación. O si necesita hacerlo, deténgase en medio de la conversación para reforzar su deseo de mantener la relación. Es probable que eso ayude a la otra persona entender sus buenas intenciones al expresar lo que quiere decir en lugar de permitir que se haga la peor interpretación de lo que pretende comunicar.
  1. 4. Lo que me ha enseñado el trabajo de Jonathan Haidt, a través de su libro The Coddling of the American Mind, es que tendemos a pensar en los demás como velas (llamas que se apagan fácilmente con la más mínima brisa), cuando deberíamos pensar en los demás como hogueras (llamas que crecen cuando se encuentran con el viento). Cuando superamos estos encuentros difíciles, y escuchamos palabras y perspectivas que nos desafían, esperamos que el resultado sea que mejoremos nuestra relación, no que termine.

Los miedos que expresan los participantes son otra razón por la que un evento al estilo de las conversaciones valientes debe incluir una estructura para que la conversación sea más despacio. Cuando la conversación va a un ritmo más lento, las personas tienen una mejor disposición para escuchar atentamente y son más curiosas. Por lo tanto, no tienden a sentirse amenazadas. Este ritmo más lento también debería servir para ayudar a las personas a reflexionar sobre sus propios comentarios, por lo que es más probable que compartan sus perspectivas de una manera más efectiva.

Un recurso adicional para las iglesias que realizan un evento al estilo de las conversaciones valientes es el pacto. Incluya en el pacto la premisa de que los participantes deben interpretar los comentarios de los demás de la mejor manera posible. Con demasiada frecuencia, la comunicación se interrumpe, porque las personas hacen suposiciones o proyectan motivaciones en otros que pueden ser las correctas o no.

La meta fundamental de conversaciones valientes es aprender. Uno de los resultados de una conversación valiente es que las personas pueden aprender que la elección rara vez está entre no decir algo para que la relación continúe, o decir algo que a los demás no les gustará causando la ruptura de la relación. Más bien, es aprender a escuchar mejor, y hablar de maneras que arriesgarán la relación por una forma de relacionarse aún más profunda y significativa. Cuando estamos dispuestos a ser lo suficientemente vulnerables como para arriesgar la relación, y expresar nuestra perspectiva, es más probable que encontremos la presencia de Dios, quien está con nosotros en estos lugares susceptibles (Filipenses 2:1-11). Es solo a través de tal riesgo que nos convertiremos en la comunidad hermosa que experimenta la profundidad y amplitud que es la imagen del Dios Trino.

Scott Hughes is the Executive Director of Congregational Vitality & Intentional Discipleship, Elder in the North Georgia Conference, M.Div. Asbury Theological Seminary, D. Min. Southern Methodist University, co-host of the Small Groups in the Wesleyan Way podcast, creator of the Courageous Conversations project, and facilitator of the How to Start Small Groups teaching series.

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